viernes, 24 de diciembre de 2010

Capitulo 4.

CAPITULO 4

Fui todos los días durante la semana que le quedaba estar en reposo, y después de eso fui también, no cada día, pero sí la mayoría.
Cuando llegaba a su casa estaba tumbado en el sofá, en una postura “sexy” , así todos los días. Le preguntaba cada día porque lo hacía y siempre respondía: “me gusta verte sonreír”.  Después de eso, me decía lo que tenía que hacer, era poco, un día recoger y limpiar el salón, otro los cuartos y así.

A mí de daba igual tener que estar quitando polco porque me entretenía hablando con él. Nunca dejábamos de hablar, siempre teníamos historias que contar. Como solí terminar no muy tarde, me quedaba con él, haciéndole compañía, nos ayudábamos a preparar exámenes que tendríamos pronto, o nos quedábamos hablando.
Cuando ya me tenía que ir, me despedía con un beso en la mejilla y me iba.

Hasta ahí todo normal, todos los días lo mismo, hasta que un día, al llegar a su casa y tocar, no me abrió la puerta él, me la abrió otro chico:

-No están mis padres en casa, ¡ah que de repente me he doblado el tobillo! ¿Quién me cuidará ahora? ¡Ah, ah como duele! –dijo el chico de la puerta sin decir nada antes-
-Mmm…lo haces mejor que Antonio Banderas, ¿te has planteado ser actor? –Dije al comprender la actuación-
-Si, pero como nadie me dice que soy guapo, pues no podré serlo, dímelo y me verás en Hollywood en menos de un mes
-La verdad es que era guapo, no tanto como Sergio pensé, pero era guapo, y dije: Uh eres guapísimo, ala corre Hollywood –dije entre leves risas-
-Bueno pues recuerda mi cara y mi nombre, Alberto, ya mismo serás la presidenta de mi club de fans –dijo mientras me dejaba entrar-
-Ajá, ajá, bueno actor, ¿dónde está Sergio? –Le pregunté mientras entraba y dejaba mi bolso en el sofá-

-Estoy aquí, en la cocina, ven –dijo y acto seguido fui en su busca-
-¿Qué estás haciendo? –le pregunté intrigada, ya que vi todas las puertas de los armarios abiertos-
-Estoy comprobando los víveres que tenemos, es que pasado mañana vienen ya mis padres, y como ya tengo mejor el tobillo, he pensado hacer una fiesta, a la que está más que invitada señorita
-Ah vale, gracias ¿cuándo es?
-Mañana viernes a eso de las 11 ¿podrás venir?
-No sé yo eh –vi como se giraba hacia mí y me miraba raro- tendré que mirar mi agenda –hice como si tuviera una en la mano y dije- bueno si podré hacerte un hueco en mi agenda –sonreí-
-Que susto me habías dado –me pasó el brazo por encima del hombro- Tenemos que ir de shopping a comprar cosas para mañana ¿vienes?
-Ya que estoy aquí claro –le sonreí y apoyé mi cabeza en su hombro-

-Bueno, bueno, esto es mejor que cualquier escena de 3 Metros Sobre el Cielo, madre mía, cuanto amor se puede respirar. Siento interrumpir, pero tenemos cosas que hacer, así que, si no os importa ¿podéis dejar la escena de amor para más tarde?-dijo Alberto apoyado en la puerta de la cocina-
-Supongo que ya conoces ha Alberto ¿no?
-Eso me temo –respondí yo sonriente-
-No, no soy simplemente Alberto, dile…-se quedo callado, supongo que iba a decir mi nombre, pero no se lo sabía, no se lo había dicho, asi que fui a responder cuando Sergio se adelantó-
-Laura imbécil, ya te lo he dicho bastantes veces –le miré, ¿cuántas veces habría hablado de mi?, no lo sabía, pero serían las veces que yo había hablado y pensado en él-
-Pues eso mismo, Laura, dile quien soy yo –mientras me miraba-
-Es el nuevo Antonio Banderas, un actor súper guapo, que en menos de un mes estará en Hollywood –dije con un tono pesado pero divertido-
-Bueno guaperas, andando –dijo Sergio-

Fuimos al supermercado, compramos todo lo necesario para una fiesta. Mientras comprábamos, yo creo que hacían un concurso de haber quien era el que hacía más el tonto, aunque no lo decían. A lo mejor uno utilizaba un jamón como guitarra, otro cogió melones y se lo puso como pechos, y así toda la tarde…


[…]

Era la noche de la fiesta, bueno la tarde, Alberto y yo fuimos antes para organizar un bajo de fiestas, (sí, tenían un bajo exclusivamente para fiestas, insonorizado, con luces y una barra). Colocamos las bebidas en cubos llenos de cubitos para que estuvieran frías, comprobamos que iba bien la mesa de mezclas (también, sí, tenían mesa de mezclas en las que Alberto, y sobretodo Sergio solían pinchar), etc…

Yo quería estar perfecta, me puse un vestido corto, blanco de palabra de honor que, a partir del pecho se iba haciendo más ancho, como si fuera un embudo, que justo debajo del pecho tenía un “cinturón”, era más bien como un lazo negro. A mí me encantaba ese vestido, lo conjunté con unos tacones negros, altos, pero sencillos, es decir, liso. Me recogí el pelo, con un moño, no el típico moño de gitana mal hecho que me suelo poner para estar por casa, sino un moño bien hecho, con estilo, mi estilo; y me puse unas sencillas pulseras de plata que no eran llamativas, si eran preciosas para mi gusto, me las regaló mi hermana un año por navidad, buenos mal que al menos tiene buen gusto en estas cosas mi hermana.

Estaba lista, así que me fui hacia la casa de Sergio, y cuando llegué…

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