martes, 21 de diciembre de 2010

Capitulo 2.

CAPITULO 2

Llegue a casa, me tiré a la cama, pensé a mis adentros, vaya dia: primero mis amigas me fallan, se me rompe el esquí (que dicen mis padres que tendré que pagar yo, y la verdad no se con qué dinero), y encima un chico se da la ostia de la semana por mi culpa.
Estaba reventada, solo quería dormir, pero primero quería ducharme y relajarme, una ducha con agua fría en pleno invierno, para poder ponerme pijama, sudadera, manta y todo lo que pille sin pasar frío.

Tras la ducha fría, se me despertó el cerebro supongo porque aunque mi cuerpo estaba cansado, no conseguía dormirme, así que me puse los cascos, unos nuevos que me había comprado y el ipod. Me puse música que me gustase, pero que no fuese muy activa, si no, se iba a dormir quien yo me sé.
No sé a que hora, pero me quedé dormida y me desperté porque escuché a mi hermana en el cuarto de al lado, hablando sin parar. Todas las noches hacía igual, habrá momentos para hablar con las amigas que a la una de la mañana. Miré el reloj, y efectivamente la una de la mañana, mi hermana parecía un reloj, puntual como siempre.

Salí de mi cuarto, toqué a su puerta y de repente, como siempre hacia, dejaba de hablar, apagaba la luz y se hacía la dormida. ¿Se cree que yo no tuve su edad y que no hacía esas cosas? De todas formas entré, la miré con el teléfono en la mano y dije:

-Bueno como esta dormida le voy a quitar el teléfono y asi no le molestará cuando duerma –mientras suavemente le quitaba el teléfono-
-¡¿Qué haces?! ¡que no me lo quites! –me gritó mientras me volvía a quitar el teléfono-
-¿Qué sueño más profundo que tienes no? –le dije con un tono sarcástico-
-Tu  si que lo podrías tener profundo y así me dejas hablar tranquila
-Es la una de la mañana en apenas siete horas vas a ver a la por culera de tu amiga, así que cuelga ya y mañana hablas con ella –la mire y sabía que le daría a otro botón simulando haber colgado, así que le dije- ¡Ahora! O no mejor dámelo yo le cuelgo –con un rápido movimiento se lo quité, me acerqué el teléfono al oído –Buenas noches Elo, mañana hablas con Sofía –y por fin se acabó la llamada.

Por si las moscas me llevé el teléfono. Salí del cuarto y como no, mi hermana puso su supuesta “carita de cachorrito” que debería dar pena, pero a mi me da pena de lo mal que la hace, así que, por fin podría dormir bien.

Como cada mañana, la alarma del teléfono me tocó a las siete. Me lavé la cara, me vestí, me puse mis collares de siempre, el que tiene mi nombre y el del símbolo de la paz. Me peiné, me miré en el espejo para darme un último repaso. Metí los libros en el la mochila, cogí el ipod, para ir escuchando música durante el camino al instituto. Como iba un poco tarde, como la mayoría de días, bajé a la cocina y me cogí tres galletas que me tomaría por el camino y me bebí rápidamente un vaso de leche.

Mientras salía por la puerta cogí el chapetón, después el ipod, y lista, ha andar rápido para el instituto.

Llegué justa como siempre, pero no llegué tarde. A primera hora tenía matemáticas, entre que me costaba concentrarme y que eran apenas las ocho y cuarto de la mañana, no pude prestar atención, por lo que me puse ha hablar con Silvia y Valentina, les conté el domingo de esquí, lo de la caída del chico. Como era de esperar, por lo salidas que están me dijeron: “tenías que haber quedado con él”  otra me dijo: “te tenías que haber liado con él” Buenos mal, que al menos una de las tres amigas era la sensata, lo malo es que me tocaba ser a mi a mí.

Menudo día, se me hizo más que eterno, además tuve examen de inglés, no me acordé o no lo sabía, bueno no lo sé, pero me salió perfecto, como todos los exámenes de inglés para los que nunca estudio.

De camino a casa, me sonó el móvil, casi ni lo cogo, no sabía donde lo tenía, si en la mochila o en la chaqueta, no lo encontraba, pero al final:

-¿Si? –respondí
-¿Servicio de ángeles del cielo? –dijo alguien, que solo por lo que había dicho ya sabía quien era, Sergio-
-No se ha equivocado, este es el del infierno, ¿le doy el número del cielo? –me reí-
Rió el también y acto seguido dijo- Hola Laura
-Hola respondí ¿Cómo estás? –pregunté?
-Peor que tú, soy yo quien lleva el collarín y la venda. Además me parece que mañana ya no iré a clase, no sabía lo costaba ir por ahí con las muletas. Esta semana, me quedaré en casa y así reposaré. –dijo-
-Siento que te pierdas clases –dije mientras andaba por la calle- espero que no tuvieras exámenes esta semana, si no, no los podrás hacer.
-Eso es lo que menos me preocupa a mi creeme –reimos suavemente los dos a la vez- Lo mas preocupante es que no voy a poder salir, entonces no voy a poder invitarte a salir por ahí, a no ser claro que vengas a mi casa y así de camino me cuides un poquito, que soy un pobre minusválido temporalmente-me dijo en un tono divertido-
-¡Uh! Eso un problema grave si, entonces ¿que opción me queda a mi? –le repondí-
-Pues vas a tener que venirte esta tarde a mi casa, lo siento pero es así, además te vas a tener que traer una peli para ver, porque hasta que pueda ponerme en pie, no voy a poder llevarte al cine –repuso-
-Bueno, ¿a que hora es la sesión de cine?
-La peli empieza a las siete, así que ven sobre esa hora, ¿te parece? –pregunto-
-Tendré que sacrificarme por un minusválido –me reí, y de fondo escuche:
-Já já muy graciosa angelito. Nos vemos esta tarde entonces. Hasta luego
-Adiós Sergio –dije mientras colgaba y sacaba las llaves de la casa, que acababa de llegar-

Cuando llegué a casa comí, vi un poco la televisión y enseguida me puse ha hacer mis cosas. Tenía cosas que hacer y si quería dejar las cosas hechas antes de ir a casa de Sergio, tenía que hacerlas rápido.


De camino a casa de Sergio, estaba recordando las escasas conversaciones que habíamos tenido, y en ninguna de ellas me dijo que edad tenía, hoy podría preguntárselo. Cuando llegué a su casa, la vi diferente a la noche anterior, a lo mejor es que al ser de día la veía diferente, pero estaba super chula, era una de las casas antiguas dol siglo XVIII más o menos, era una sola casa, no era un edificio, era adosado como mi casa. Por lo poco que recordaba del salón aparte del gran sofá, me parece que debía ser grande, ya que por aquella época los señores de dinero se hacían unas casas de tamaño considerable.
Toqué a la puerta, y escuché un: “¡VOY!” Soy un minusválido y necesito mi tiempo. No pude reírme, y espere que me abriera. Cuando le vi, lo unico que pude pensar fue: WUAU! Que se había hecho que estaba más guapo que ayer, y eso que ayer ya estaba guapo, despeinado, pero guapo.
-Hola –le dije sonriente-
-Hola –dijo, no dijo nada más, no nos movidos y ya dije yo:
-¿Puedo pasar?
-Si perdona, es que estaba mirando lo guapa que estás –me sonroje un peli, y abrió mas la puerta- pero de todas formas a no ser que seas un vampiro entras sin invitación.
-No, no lo soy, pero ya me gustaría más de una vez, poder leer la mente de los demás como Edward Cullen –me reí-
-Bueno pues hasta que se haga de noche, no te acerques a la ventana por si alguien te ve y se enamora de ti y de tu belleza –sonrió-
-¿Y eso sería mal? –le mire-
-Si –asintió lentamente-
-¿Y por qué sería malo?
-Por si ocurriera ya no tendría nada que hacer por ti –me sonrió-

No lo pude evitar, me sonrojé un poco, un chico tan guapo, y simpático no te halaga todos los días. Le dí la película, bueno las películas, no sabía cual querría ver, así que lleve unas cuantas y que él eligiera.
Mientras el preparaba palomitas, yo miré por la ventana de la cocina, grande, más bien, era una puerta de cristal, ya que daba a un patio trasero donde había una moto, era como la de los moteros, pero moderna y menos motera por decirlo de alguna manera.
-¿Es tuya? –le pregunté mientras la señalaba-
-Es de mi padre, pero como está rota y no la coge, la estoy arreglado para poderla usar yo, ¿te gusta?
-La verdad es que si, esta muy chula –me acerque un poco a él- entonces eres un manitas no?
-No muy bueno –se giró para mirarme y luego volvió a las palomitas- pero lo intento.

Las palomitas ya estaban, asi que volvimos hacia el salón. Y si os lo preguntáis, sí, era un salón bastante grande, moderno, pero a la vez acogedor, muy acogedor. Se sentó en el sofá con la pierna estirada, y yo me senté a su lado, y mientras se ponía la película le pregunté lo que todavía no sabía:

-Por cierto Sergio, ¿Cuántos años tienes?
-Los que tu me parece a mi, 17
-Pues si, los mismos entonces, haces segundo de bachiller ¿no?
-Si, hago humanidades, porque me gustaría estudiar filología inglesa, me encanta el inglés –me dijo- ¿y tú?
-Yo hago ciencias puras, quiero estudiar ingeniería de la edificación o algo así, arquitectura en palabras normales. Me encanta a mi también el inglés y la verdad es que la segunda opción de carrera que quería, era la misma que tú –le dije-

Empezó la película, así que dejamos de hablar, vimos El diario de Noa, que casualmente era su, y mi película favorita. Los dos como tontos, en el final, nos pusimos a llorar, me sorprendí no siempre se ve llorar a un chico con la película. Lo que me demostró lo sensible que podía llegar a ser. Durante la película apenas hablamos, algún que otro comentario, pero nada más.
Cuando acabó, me quedé un rato, muy poco ya que tenía que irme enseguida. A las diez me fui. Le ayude a quitar la película y a lavar el cuenco de palomitas, me despedí de él con dos besos y me despedí:

-Hablamos pronto –le dije mientras andaba por la calle, él me gritó:
-¡No lo dudes! –me volví y le vi sonriendo mientras lentamente cerraba la puerta conforme nos perdíamos de vista.

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