miércoles, 19 de enero de 2011

Capitulo 7.

CAPITULO 7

-¿Dónde estáis? ¡No me lo dicen!
-Sexta planta cariño, sube que yo te busco en el ascensor –dijo con voz sofocada-

Subí rápido, se me olvidó que tanto Sergio como Alberto venían, pero alguien me abrazó por detrás y recordé que estaban allí.

Vi a mi madre corriendo por el pasillo, si a lo lejos ya le vi los ojos rojos imaginé que de lejos sería peor. Venía con las zapatillas de casa, y un moño destrozado, todo le pillaría de repente, me era familiar esa escena.
Corrí hacia ella, la abracé y me llevó hasta donde estaba Sofía, sabía que Sergio y Alberto estaban allí, porque escuchaba sus pasos al mismo ritmo que los de mi madre y los míos. Ni si quiera se me pasó por la cabeza pararme a preguntarle a mi madre que había pasado mientras andaba, bueno, corría por los pasillos del hospital. Pasillos de paredes blancas con una franja de azulejos y unas luces alargadas y muy fuertes para mi gusto. Algo que me llamó la atención es que era muy concurrido, la gente no dejaba de pasar y pasar, además de que había gente en camillas y sillas de ruedas esperando que alguien les atendiera, esperaba que ese no fuera el caso de mi hermana, no era por ser egocéntrica, pero es normal pensar primero en mi hermana antes que los demás. Me sentí mal por eso, porque había niños mucho más pequeños que mi hermana con unas caras muy malas, no sé si era porque estaban así, o que con la rapidez a la que corría no me daba tiempo a verles bien.
Llegamos casi al final del pasillo, a una de las últimas habitaciones, mi madre entró en seguida y yo también, pero les pedí a Sergio y Alberto que esperasen fuera un momento, que volvería a salir en un momento.

Entré a una habitación que estaba sumergida en la oscuridad, pasé de la puerta y avancé por una especie de pasillo, no era un pasillo en toda regla porque no había paredes, si no simples cortinas que separaban la habitación en cuatro mini estancias. Seguí a mi madre que se metió entre las cortinas de la última estancia a la derecha, la que daba a la ventana. Aparté las cortinas con las manos y vi a mi hermana tumbada en una camilla con los ojos cerrados y con tubo pinchado en su mano izquierda, mi padre estaba sentado en un butaca que se levantó y me abrazó. Mi madre se acercó por el otro lado y le cogió la mano. La miré, tenía esa cara placentera que una pone cuando duerme sin ninguna preocupación, si supiese que estaba hospitalizada y la cara que tenía seguro que no ponía esa cara, pensé. Su cara era todo magulladoras y restos de sangre.

-Esta sedada, para evitar que le duela, por eso duerme –dijo mi madre de repente-

Entró una enfermera y la verdad es que no me quería enterar de que le pasaba por una chica rubia  que llevaba un traje de enfermera, prefería enterarme por mis padre.

-Cuando termine la enfermera, ¿puedes salir, por favor? –le dije a mi madre mientras iba saliendo de la habitación-

Al salir de la habitación vi primero ha Alberto, vino hacia mi y me abrazó, al lado pude ver a Sergio como me miraba triste pero a la vez sorprendido, era solo un abrazo pensé., por lo que al momento me separe de Alberto y fui a darle un abrazo a Sergio. Ahora veía a Alberto mirarnos celoso, ¿Qué era una moda ponerse celoso?, pensé. Mientras abrazaba a Sergio salió la enfermera y acto seguido mi madre, que me vio abrazada a Sergio.

-Bueno ¿Qué ha pasado? –le pregunté a mi madre-
-La han atropellado
-Hasta en eso se tiene que copiar, no tiene arreglo esta niña –dije con un tono serio-
-¿Copiarse? ¿De qué estás hablando? –me miró con cara rara-
-¿Es que no te das cuenta? Siempre lo hace todo como yo, mamá, ¡TODO!. Si no me apetece cenar, ella tampoco, si me leo un libro ella también, si salgo esa noche, ella también. Lo hace todo como yo, incluso esto.
-Eres su hermana, ¿Qué esperabas? Eres su modelo a seguir. Mira mejor hablamos de esto, y del otro –miró a Sergio y Alberto- en otro momento –me miró con mala cara-
Tiene, bueno, ya le has visto la cara, y tiene el brazo torcido, aunque la enfermera ha dicho que vendrá el médico a verla.
-Uf, podía haber sido peor. ¿Cómo pasó?
-Cruzando por el paso de peatones, un hijo de su madre, se saltó el semáforo. Lo peor es que salió corriendo con la moto, no sabemos nada de él, pero han dicho que la policía vendrá ha hablar con Sofía cuando esté mejor para ver si vio la matrícula o si se acuerda de algo.
-Como que en ese momento lo único que pensó Sofí era en mirarle la matrícula –dije con un tono un poco sarcástico-
-Da igual Laura, el caso es que vendrán y punto. Esta noche nos quedaremos papá y yo aquí, por si vienen los médicos a revisarla o por si se despierta ¿vale? Espero que no te importe quedarte sola, y si mañana quieres venir antes de las clases, ven y te acercamos en un momento al instituto.

Simplemente asentí. […]

-¿A ti también…? –No terminó la frase Alberto-
-¿Me atropellaron? –lo miré y el asintió- Sí –respondí secamente-
-Pero… ¿Cuándo? –Preguntó mientras los tres andábamos por la calle en dirección a mi casa-
-Cuando estaba en 6º, con 11 años. –Hubo un silencio y comprendí que lo que querían era que lo contase- Estaba con mis vecinos, dado vueltas a la manzana con la bici. En una de las esquinas había una furgoneta y no podía ver si bajaba algún coche, así que, seguí, y luego lo único que vi, es a mí en el suelo y a un hombre salir del coche y decir: ‘Eres tonta o qué niña’. Encima de todo me echaba a mí la culpa. Acabé todas estas malditas cicatrices que tengo en la cara –señalé las cicatrices- además de otra en la rodilla por clavarme un cristal, la rodilla fuera de si sitio aunque luego me la colocaron, con el cóccix bastante dolorido, y la mitad del pelo que tenía antes de que nada de eso ocurriera.
Lo peor para mí son las cicatrices, que por mucho que lo intenté estarán ahí toda su vida, y no me hace ninguna gracia.
-Bueno, y al final ¿Qué pasó con ese tío tan imbécil? –Preguntó Sergio-
-Básicamente, acabó con la luna del coche destrozada, porque metí la cabeza y me indemnizó.

Por el camino a casa, Alberto se desvió a la suya y yo seguí andando con Sergio hacia casa. Hablando sobre lo que pasó, extenderlo más contando más detalles, aunque mi explicación anterior lo recogía todo básicamente.
Era ya bien entrada la noche, a mí no me esperaba nadie en casa, y a él tampoco, bueno a él sí pero no tenía que volver a ninguna hora en especial. Empezó a nevar cuando todavía quedaba un poco para llegar, Sergio dio la opción de ir en taxi o en bus, pero prefería sentir como los ligeros y blancos copos caían sobre mi cabeza. Al final nevó tanto que decidimos echar una carrera hasta casa, donde una vez allí advertí de que lo mucho que había caído en tan poco tiempo sirvió para dejar totalmente los árboles cubiertos por una capa de nieve. Una pena que Sofí no pudiese verlo.

-Espero que siga nevando esta noche y así mañana sea imposible llegar al instituto –comenté mientras me subía al primer escalón de las escaleras que daban a mi casa, para así poder ponerme a la altura de Sergio-
-La verdad es que no sería mala idea, así te llevaría a la Sierra, pero me aseguraría de que no te cayeses y me provocases a mi un accidente –dijo en un tono divertido-
-Ja, ja  muy gracioso tú. Pero sería un buen plan sí. –Asentí mientras admiraba el color de sus ojos verdes-
-Hasta que no me lo has dicho no las había visto –yo no sabía a que se refería por lo que mi cara le expresaría que no tenía ni idea de que era- las cicatrices de la cara digo.
-Pues están ahí –se las señalé una a una- y me da avergüenzan.
-No debería

Enseguida fue besando una a una todas las cicatrices de mi cara e insistió más en las de la boca hasta que acabamos besándonos bajo la nieve. Todo parecía una película si no fuera por lo de Sofía, ¿Cuándo tocaría la parte triste, cuál sería el final feliz? No quería pensar en eso solo disfrutar del momento.

Esa noche se quedó conmigo, simplemente nos quedamos dormidos mirándonos el uno al otro.

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